27 agosto, 2019

Mariposas

Veo fotos de cuando era chica, de momentos con mis papás y hermanos y no puedo acordarme del momento en sí. 
Hay una foto como en el bosque en Pichilemu, salimos todos muy felices, un momento real de familia feliz, debo haber tenido como 6 años... y simplemente no me acuerdo de ese momento. No me acuerdo de mucho de cuando era chica, como si tuviera todo bloqueado por algún motivo que aún desconozco.

Recuerdo que cuando era chica y mis papás peleaban, me ponía tan nerviosa que me dolía la guata, onda real, como un combo en el centro de mi cuerpo que me dejaba doblada sin poder moverme. Era un dolor que me paralizaba y, después de un tiempo, la estrategia que creo mi cabeza de niña para evitar ese dolor de guata, era salirme por a ventana de mi pieza y dar muchas vueltas a la manzana, hasta que cachaba que más o menos podía haber pasado el drama.

Después, ni siquiera me dolía con la pelea en sí. Me dolía cuando empezaba a sentir enrarecido el ambiente y veía la cara de orto de mi mamá a punto de ponerse como araña peluda. No la culpo, yo a veces me pongo igual cuando me enojo.

Hace unos años, como cinco, después de que mis papás se separaron, mi viejo fue a la casa de mi mamá en Rancagua y no recuerdo bien la situación, pero aún siendo una casa completamente diferente a la casa en que crecí, cuando se dispusieron a conversar seriamente, volví a tener 9 años y el dolor de guata se apoderó de mi de una forma brutal, recordé muchos de esos momentos e incluso a casa en que crecí. No pude arrancar por la ventana. Me fui a la pieza y me puse a llorar.


Tuve un pololo una vez, Fernando, que siempre me reclamaba que era especialista en arrancar. "Eres escapista", dijo una vez. Era cierto, ante el más mínimo atisbo de pelea, arrancaba. Después Cristóbal me reclamaba lo mismo y es que le costaba entender que no era que yo quisiera huir por huir, por no enfrentar el problema, sino que era huir por ese dolor de guata que me producía ese tipo de situaciones. Después simplemente me daba paja pelear, es el primer signo de que todo se va a la B... ni pelear te interesa po. 

Hay una canción que dice "que maneras más curiosas de recordar tiene uno", y creo que se refiere al recuerdo que viene de la guata, del corazón. Es curioso ese recuerdo que viene con sentir y que se da cuando uno se enfrenta a situaciones, lugares e incluso olores que te llevan de golpe a un momento o a una sensación que se creía completamente olvidada.

Pasa el tiempo y uno inevitablemente se cree grande. Pasa el tiempo y es como si por obligación y añadidura se diera el cambio, el avance. Crecí, mi edad cronológica ha aumentado, por ende soy más sabio, sé más, tengo más experiencia y incluso me banco mejor algunas cosas. QUÉ MENTIRA.

Pasa el tiempo y lo único que uno aprende bien es a tirarle tierra a las cosas que no gustan, a eso que nos daña, porque es más fácil creer que se avanza, es más fácil engañarse y vivir la negación, que realmente enfrentarse a la situación y hacerse cargo de lo que nos produce.

Es que uno es "grande" y ya no puede llorar por hueas po. Es que uno es grande y hay cosas que no deberían doler. Hay cosas que dan pena y duelen igual, con 5, con 15, con 25, con 30 y con 40 años. Hay cosas que duelen siempre y van a doler siempre porque venimos configurados con un tipo de sensibilidad que nos hace vulnerables ante ciertos estímulos y, sorpresa, hay que entender que está bien y no pasa nada. Me cuesta infinitamente la parte de entender que está bien y no pasa nada.

A veces, incluso hoy, evito pelear. Es súper poco sano y de una forma extraña transformé eso que me pasaba cuando chica en algo muy mierda. No peleo, porque me da paja, porque no quiero ganar ni quiero perder, aunque sé que no se trata de ganadores y perdedores. Ahora me duele la guata cuando tengo pena, pero pena real si po, esa que te hace llorar con hipo. El dolor de guata es REAL. 

Según yo estoy mejorando. Tengo una pena muy de mierda a veces, pero no lloro. Es como si no saliera nada de mi, como si esa parte de mi que se cree adulta le tuviera prohibido a mi parte de niña llorar, porque de verdad quiero llorar y patalear y preguntar por qué infinitas veces, mientras siento auto compasión y lástima.

Sé que estoy mejorando porque entiendo el porqué de esa prohibición ridícula de llorar y me lo repito todos los días para darme fuerza, para no olvidar. Funciona igual que una auto-patada en el poto. "Fernanda, déjate de huevear".

Estoy donde elegí estar. Soy lo que decidí ser. 

Esta vez, por primera vez, no estoy arrancando por la ventana cuando me duele la guata. ¿Será que algo ha cambiado en mi?

Que maneras mas curiosas de recordar tiene uno.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario