30 junio, 2019

Ponerse hueona

Hay veces en la vida en que una de verdad se pone hueona.

No es gratuito el auto insulto, pero es que de verdad uno después mira pa atrás y se da cuenta de que la vendió, de que no era necesario y que probablemente el ahueonamiento fue consecuencia de ser malcriada.


Uno se ahueona cuando piensa que quiere cosas, que en realidad no quiere, pero que cree que quiere porque los otros lo tienen o lo están haciendo. Así de simple. Uno se ahueona cuando se pone envidioso, cuando empieza a querer para si, la vida de otro, sin cuestionar en lo más mínimo si es lo que uno realmente quiere o si solo se está ahueonando de la forma más brígida en que un ser humano puede caer.


Uno se ahueona cuando deja de cuestionar y empieza solo a asentir con la cabeza, como perro plástico en taxi flaite. Uno se ahueona cuando hace cosas por el resto, por lo que van a decir de uno, por lo que van a pensar de uno, dejando de lado todas sus convicciones y creencias, aunque estas vayan contra lo que se hace.


Uno solo se des-ahueona cuando dice basta. Y cuando eso pasa, déjenme decirles que es la raja, porque si logras decirlo, es que de verdad te llenaron el saco y no quieres más. Así de simple.

Cuando uno se rompe promesas

La última entrada, de hace tres años, está directamente relacionada con todo lo que viene a continuación. Es del momento exacto en que todo se fue a la B y probablemente algún día me atreveré a relatar ese momento sin la rabia y la angustia que hasta el día de hoy me produce.

Después de 3 años sin escribir, da la sensación abrumadora de que no hay nada interesante que decir, nada que contar y se te revuelve el estomago pensando que las palabras ya no salen, que las ideas en tu cabeza ya no están tan ordenadas o claras como te gustaría,pero luego te detienes a pensar y te das cuenta de que es solo eso, una sensación de segundos. No es tan real.

No sé bien si el miedo me venció o yo a él, pero pareciera que debo contar la historia para saber qué es lo que pasó realmente, para que de verdad se note que he estado pensando al respecto o simplemente, para una vez más, sacarlo del sistema.

El resumen es simple. La última vez que alguien me leyó, tenía 25, era semifrentona, pololeaba y estaba en medio de mi tercera carrera. Hoy tengo 29 años, soy frentona completa, estoy soltera, trabajo de Psicopedagoga, no tengo hijos y dudo que quiera tenerlos algún día. También estoy viviendo en Rancagua y me he abanderado completamente con la filosofia de "todo me importa un pico". No de forma intencionada, sino que desde el fondo del alma des-complicada.

¿Cómo llegué a esto, si hace unos años, en este mismísimo blog, en una entrada ya eliminada, juré y re juré que jamás volvería a Rancagua?

Me lo pregunto cada mañana.