12 febrero, 2012

San Fanurio y la fanuropita.

Vamos contando. Como todos saben, soy una rancagüina viviendo en Santiago. Nací en el seno de una familia católica y recuerdo que cuando con mis hermanos eramos chicos (yo tenia 4 o 5 años), nuestra máxima hazaña era portarnos tan mal en la iglesia que nuestros papás tenían que salir. No nos pueden culpar, pues esas liturgias en la catedral de Rancagua donde solo se escuchaba un cura con voz ultratúmbica, eran bastante aburridas.
Tengo más que claro que uno no va a la iglesia a contar chistes, pero hay veces que ciertas experiencias pueden ser mas amenas, y creo que las visitas a la catedral no eran la excepción.

Bueno, la historia corta es que pasó mucho tiempo y me enojé con Dios, me vine a Santiago, empecé a pololear y sin quererlo, o con algo de intención la verdad, quise aprender un poco más acerca de algo que era muy importante para mi pololo de entonces. La religión ortodoxa. Si alguien tiene dudas acerca de lo que hablo, pregunte por interno, yo respondo lo que quiera pero deben estar al tanto de que no soy una enciclopedia o una biblia y no pretendo serlo.
Empecé a ir a la iglesia ortodoxa, me gustó, me gustó la gente que encontré ahí, y muchas cosas más que son muy largas de contar y que probablemente nadie va a entender. No los culpo, y repito, si quiere saber, pregunte.