27 agosto, 2019

Mariposas

Veo fotos de cuando era chica, de momentos con mis papás y hermanos y no puedo acordarme del momento en sí. 
Hay una foto como en el bosque en Pichilemu, salimos todos muy felices, un momento real de familia feliz, debo haber tenido como 6 años... y simplemente no me acuerdo de ese momento. No me acuerdo de mucho de cuando era chica, como si tuviera todo bloqueado por algún motivo que aún desconozco.

Recuerdo que cuando era chica y mis papás peleaban, me ponía tan nerviosa que me dolía la guata, onda real, como un combo en el centro de mi cuerpo que me dejaba doblada sin poder moverme. Era un dolor que me paralizaba y, después de un tiempo, la estrategia que creo mi cabeza de niña para evitar ese dolor de guata, era salirme por a ventana de mi pieza y dar muchas vueltas a la manzana, hasta que cachaba que más o menos podía haber pasado el drama.

Después, ni siquiera me dolía con la pelea en sí. Me dolía cuando empezaba a sentir enrarecido el ambiente y veía la cara de orto de mi mamá a punto de ponerse como araña peluda. No la culpo, yo a veces me pongo igual cuando me enojo.

26 agosto, 2019

Tener un plan.

Lo primero que se debe aclarar es que existen diferentes clasificaciones y teorías de personalidad. No obstante, básicamente casi todas las teorías se concentran en clasificar la personalidad en tipos, otras en perfiles, otras en un grupo central de rasgos que definen toda la estructura de personalidad. Friedman y Rosenman plantearon, a partir de investigaciones en la década del 50, que existen dos tipos (posteriormente se hablo de un tercero) y hoy vengo a putear por el tipo que me toco ser a mi... no en realidad no es putear, porque me gusta ser como soy, pero es más a explicar a modo de entender yo misma por qué hago las cosas que hago e idear un plan, o en este caso no idearlo, para dejar de hacerlas. 

El plan es no hacer plan.
El plan es no hacer plan.
El plan es no hacer plan.
Debo repetirme eso hasta que me lo crea, cierto? 

21 agosto, 2019

Me enoja.

Me enoja infinitamente la actitud de mierda de hacerse los interesantes cuando, francamente, no estamos en edad.
Me enoja infinitamente que no digan las cosas cómo y cuándo corresponde.
Me enoja infinitamente que me hagan sentir insegura y como la mierda, onda GRATIS.
Me enoja infinitamente que me pase algo y no saber qué es, no poder ponerle nombre y sentir que voy a gritar en cualquier momento, de forma descontrolada.


Me enoja infinitamente no saber. Me enoja. Me enoja. Me enoja. Me enoja.



No quiero

No quiero tener hijos.

Durante el último tiempo, absolutamente todas las veces que digo eso, me llega una cachetada de "eso lo dices ahora" y "te vas a arrepentir" que me hace cuestionar realmente cuando es que una se valida ante los ojos del resto.
Hace un año, un poco más en realidad, cuando me operé, uno de los motivos era precisamente la maternidad y que ni cagando era factible ser mamá con un sobrepeso tan grande-gigante-enorme-mutante como el que tenía.
No es que no me lo haya cuestionado ni me haya generado preocupación antes, pero el momento especifico en que me cayó el ladrillo en la cabeza acerca de las dificultades que podrían presentarse, fue cuando la cuñada-no-favorita me dijo (y cito textual) que si quería shantarle una guagua a su hermano, tenía que bajar de peso, porque me podía morir y Cristóbal iba a sufrir musho.