08 junio, 2016

Cabeza como tarro

Me da rabia que seamos así de orgullosos, pero en el fondo todo se mezcla con esa sensación de tranquilidad amarga que me dice que las cosas están bien, que va a estar bien porque quizás no era o quizás si era y lo eché a perder de forma magistral, como acostumbro a hacerlo. Pero no estoy tan segura de quién es la culpa ahora.

Hoy en mi clase de Educación Emocional, el profe por primera vez dijo algo que no consideré que fuera challa o quizás lo creo así porque me pilló en un momento sensible, pero dijo algo así como que siempre estamos siendo egoístas y discutiendo a través de nuestras necesidades, sin ponernos en el lugar del otro y me pregunté si realmente he sido así, si es el otro quien tampoco lo hace, o si está todo mal y no sabemos discutir sin terminar mal.

Estuve toda la tarde conteniendo el llanto, con cara de que no me duele y de que no me importa, pero eso es solo para engañarme un poco a misma, porque hasta el alumnito pudo ver que algo no estaba bien. Me miro con cara de preocupación, como si fuera un viejo chico y me dijo que tenía los ojos de triste. Le mentí y le dije que no era nada, que a veces una se ponía triste pero que eso se pasaba rápido. Le mentí y me mentí porque sé que no se me va a pasar rápido, sé que me va a doler harto rato el que ya no seamos más los dos y que voy a tener días malos y tardes peores, en las que nadie me va a preguntar como estoy, si llegue a mi casa, como me fue y voy a llorar al cruzar la mampara del edificio, como hoy.

Me duele que no importe, me duele que haga como que no importa porque sé que si te digo que no  importa se va a enojar y va a decir que si importa, pero no puedo sentir lo contrario, si lo siento y es así no más. Me duele aún más el por qué de todo esto, esa noche en que sentí miedo, en que pensé lo peor, en que me dijo que saco lo peor de él, en que de verdad me rompió el alma y espero que me perdone por esto, porque probablemente piensa que es algo que siempre va a pesar o que siempre voy a recordar, pero no puedo olvidarlo, no puedo sacarme esa noche de la cabeza y no tener miedo de que se repita, de que nuestras peleas ahora sean eso y no lo que eran antes, un poco de enojo y luego abrazarnos y jurarnos el mundo entero. 

No creo en tiempos, así como él no creía en las proyecciones con otra persona. No creo en tiempos porque el simple hecho de necesitarlos es el mayor indicio de que la inseguridad es más fuerte que cualquier amor y me da terror pensar que después de ese tiempo no va a volver, yo no voy a volver, se va a dar cuenta de que en realidad no valgo tanto la pena o no me extraña en absoluto. Me da tanto miedo la posibilidad de perder, que prefiero irme a la segura y perder sin esperar, porque no me va a elegir. Me estoy saboteando todo el tiempo.

Eramos felices, pero no sé cuando dejamos de serlo o cuando dejó de serlo o si yo dejé de serlo.... no tengo claro nada de eso, pero si se que ahora no somos felices porque hay mas preocupación que otra cosa, hay mas ganas de que "no pase nada", que de que pase algo realmente. Quizás solo estábamos esperando esta oportunidad para correr en direcciones opuestas, quizás nunca quiso que tuviera sus llaves o quizás yo nunca quise tenerlas realmente. Es probable que todo haya sido demasiado, que nuestro amor haya sido demasiado, que las rabietas hayan sido demasiado, que los buenos momentos hayan sido demasiado, que las peleas hayan sido demasiado, que las cosquillas hayan sido demasiado... que absolutamente todo haya sido demasiado.

Tengo pena porque no llama, pero no voy a llamar, no por orgullo, sino porque siento que si llamo me voy a traicionar, voy a dejar que pase eso que siempre critiqué en las relaciones de mis amigas y de todo el mundo. Si llamo voy a perder, pero no perder contra él, sino contra mi y esa es la peor de las derrotas.






No hay comentarios.:

Publicar un comentario