14 octubre, 2019

Cuando uno menos se lo espera.

De repente me sentí pésimo, así como de nada y me vino una crisis de angustia ahí, frente a él. Quise ocultarlo, quise pensar en nada, quise pensar en otra cosa, quise cerrar los ojos y luego abrirlos, quise hacer todo lo que usualmente me funciona en esos casos, pero esta vez nada funcionó y no supe ni pude explicarle que me estaba pasando. Me dio un poco de vergüenza, quizás.

Uno a veces no tiene palabras para describir que le pasa, por eso es que cuando si las tengo, simplemente digo todo, absolutamente todo o al menos lo que quiero mostrar al otro. No soy tan misteriosa como le hago creer a algunos, es solo que me gusta ese juego en que no digo nada y hago creer que en realidad tengo algo que decir, que obviamente no estoy diciendo. La verdad es que no tengo nada que decir porque no soy un misterio en absoluto.

Hay cosas que pasan cuando uno menos se las espera. Puede ser cualquier cosa, desde una crisis de angustia en la noche, a una bolsa con dulces y chocolates que llega a tu casa porque si. También hay cosas que uno realmente espera y jamás pasan (o al menos no cuando uno quiere), como un cambio de trabajo o la pequeña iluminación mental que se produce cuando uno tiene la certeza de que todo va a estar bien.

A veces, en realidad muchas muchas veces, que pasen cosas de forma inesperada me enferma, me desespera, porque escapa de mis planes, escapa de mis manos, de lo que puedo controlar y de todo lo que me paso horas organizando en mi mente. A veces, también se me olvida que las mejores cosas pasan fuera del plan, simplemente suceden, fluyendo como si debieran haber sido desde siempre: un cruce de miradas, una conversación con alguien a quien parecieras conocer desde hace mucho, una discusión que te hace pensar en cosas que antes jamás habías pensado o un mensaje que indica que alguien está pensando en ti. 

Hay que dejar de temer a esas cosas inesperadas porque nunca se sabe, podría caer un rayo.






No hay comentarios.:

Publicar un comentario